
Como auto-castigo ella iba a cepillar la mierda todavía bien negra, recién cagada, de algún hijo que no limpia el bidet. Iba a tener que tragarse las lágrimas en algún rincón de un departamento de otra, media escondida, mirando a la hija chica (de esa otra) que iba a estar en una silla leyendo. Después de tener la cabeza en nada (¡Ojalá! ¿piensan que porque les secamos sus ropas, les preparamos sus comidas o les atendemos a sus maridos no pensamos en nada? pensamos en que somos hijas de Dios, en que tenemos que dejarnos hacer dóciles, que Raúl me va a hacer sola si no le dejo gritar lo sucia que soy) después de planchar de lavar y de pasar el plumero; de pensar en que los carteles del pelado son tan coloridos, de robar algúna guita para comprarse un corpiño; después de morirse de vergüenza por cagar en el baño de la patrona y dejar olor a bebé muerto...
Después de todo eso iba a recibir unos buenos oídos que la escuchen callarse y con las bocas le griten que cocine y que se deje romper el orto, hija de puta, que no hace nada, sólo labura en un departamento y yo laburo en serio, voy al bar del Filmo a chupar un rato, una birra nada mas.
Por eso necesitaba sentarse.
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