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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Muerte a Rocío Marengo

En el sueño naranja que es el alba, cada vez que se levantaba, Cristian pensaba:
"...soy un cristiano, no soy uno más, porque mi nombre no morirá con mi cuerpo; mi nombre, como mi alma, sobrevivirán la muda del tiempo. No seré un mediocre, no seré un apóstol mediocre, no cederé ni un segundo, San Agustín no es digno... el tiempo me verá eterno, mi vida por el Señor. No soy un cristiano más: no es la misa por la misa o la guerra por la guerra: yo creo, y tengo fuerzas para gritarlo: ¡creo en Jesús!. Y de su mano (¡oh! hermosa mano padre mío, que me acompañas a través de las sombras de los valles de la angustia y me depositas, siempre, al final del luminoso camino) salvaré a este país. Ya no me importa si estoy solo o no; los años de juventud, en los que creía en el poder del pueblo, han muerto. Ahora entiendo como Kierkegaard en soledad: yo solo, con todo lo que que es Jesús, voy a arrancar el mal de este país. Solamente necesito la sangre, la sangre de los enemigos; envenenados, portadores del cáncer del demonio, quieren creer que pueden dormirme... cómo se equivocan... el tiempo me dará la razón... pasarán treinta años, ¡sí! ¡treinta años!, y verán que soy intocable... que Jesús me es suyo... no harán falta los chalecos anti-balas o los vidrios para protegerme... estoy protegido por la luz... el cielo es mi único cuerpo... el mundo entero, con sus días y sus noches, sus tigres y su oro, sus ríos y sus muertos están en mí... porque es fé.... soy eterno."
Pasaje extraído del Diario de Von Wernich C., pág. 453, año 1977.

jueves, 17 de mayo de 2007

NECESITABA SENTARME

Porque -y sin gusto al reproche- iba estar un poco cansada: Yudit Vagina iba a trabajar todo el día. Iba a correr por las vías del tren, hasta sentir cómo la uña del dedo más largo se la mordía una puerta, arrancándole un pedazo de carne. Después, como cada santa noche (a esa hora hasta el primer trabajador: Macri -que se sabe, es crimen al revés- está durmiendo) iba a mirar por las ventanas los terrenos de tierra y óxido; las caras de los sudorosos que le meterían la mano dura abajo de la pollera, hasta llegar a la bombacha rota y con un poco de excremento. Como todas las mañanas ella se sentiría cristiana: pobres pobres; encima de su casta otorgada (y piensa en jesusito, no en el ojo del que le pudo ver las tetitas a Marianela) iban a tener que tocar la caca media seca media húmeda de ayer. (Igualmente el presidente dijo que le gustaba tragar mierda de mujer que trabaja... darnos por el culo hasta ¡Estropearnos!).
Como auto-castigo ella iba a cepillar la mierda todavía bien negra, recién cagada, de algún hijo que no limpia el bidet. Iba a tener que tragarse las lágrimas en algún rincón de un departamento de otra, media escondida, mirando a la hija chica (de esa otra) que iba a estar en una silla leyendo. Después de tener la cabeza en nada (¡Ojalá! ¿piensan que porque les secamos sus ropas, les preparamos sus comidas o les atendemos a sus maridos no pensamos en nada? pensamos en que somos hijas de Dios, en que tenemos que dejarnos hacer dóciles, que Raúl me va a hacer sola si no le dejo gritar lo sucia que soy) después de planchar de lavar y de pasar el plumero; de pensar en que los carteles del pelado son tan coloridos, de robar algúna guita para comprarse un corpiño; después de morirse de vergüenza por cagar en el baño de la patrona y dejar olor a bebé muerto...
Después de todo eso iba a recibir unos buenos oídos que la escuchen callarse y con las bocas le griten que cocine y que se deje romper el orto, hija de puta, que no hace nada, sólo labura en un departamento y yo laburo en serio, voy al bar del Filmo a chupar un rato, una birra nada mas.
Por eso necesitaba sentarse.