miércoles, 14 de noviembre de 2007

"La noche de los días de semana" (prosa poética de Silvia Süller)


Las noches son más lindas los días de semana. Claro, todos son días de la semana, sin embargo el no considerar a los del fin de semana como días de la semana es importante. Los días de semana, los que no son sábados y domingos, poseen un encanto que se escurre como una hormiguita con el agua. Nadie se da cuenta. Alguno quizás lo sospecha, pero rápidamente se esconde reincidiendo en un pensamiento habitual. Alguna quizás lo huele... pero se pierde ante la voz pesada de su marido. Nadie se da cuenta del encanto secreto de los días de semana. Pocos se atreven a mirar por adentro de una puerta de madera, que esconde gente muda, de ojos profundos, que esconden una secta, que esconde un libro, que esconde palabras que revelan la configuración de la Providencia: las noches son más lindas los días de semana.

Sin embargo, en un lugar poco visitado de esta Tierra, hay un hombre que cada noche de los días de semana, sale de su pequeño cuarto y la mira. No la contempla, ni lo inspira para hacer obras de arte; tampoco lo hunde en mares de desolación... no... él solamente la mira... no brota arte de mis manos... mis palabras se ahogan... ... la inspiración no viene... y está bien así... ... muy bien así. Sólo quiere mirar la noche. Despreocupado; la noche lo tranquiliza. Es allí donde se retuerce y se revuelca y se enreda en su nada que lo recorre como una sábana de verano... pensar... sobre todo no pensar... traer a mis ojos los recuerdos infantiles... traer a mi nariz el vuelo de los bichitos de luz... ... mi mente es volátil... no hay palabras trágicas... No hay grandes obras de arte que lo esperen en su pequeña pieza. Su pieza se vacía de él por las noches de semana. Quedan solas las hojas en el escritorio... el piano dormido... la cama abierta... la vida nefasta queda sola en ese cuarto.

Sabe que lo sábados posee noches enfermizas, como helados gigantescos de colores fluorescentes y gustos extravagantes. Los domingos las noches se convierten en tormento: el aire pesa, la familia pesa, la vida arruinada de tan joven pesa. Los viernes no se consideran poseedores de noches de semana. Son una enferma introducción a la esquizofrenia del fin de semana.

Pero un miércoles como hoy tiene una noche de verdad. Como una mujer que se mezcla en el bosque, que ríe entre las telas de su pijama, que se revuelca en el pasto acolchonado de la noche y que corre bajo la luna, como una criatura de la noche, diabólica. La noche de los días de semana lo seduce. La paz mentirosa, la ausencia, la ligereza de pensar en que mañana, si tenemos suerte, amanecemos felices y muertos; la violencia dormida y la verdad mínima que hay en ella, lo sedan.

La noche de los días de semana tiene un ritmo que se olvida de lo frenético o lo aletargado; aquí el ritmo es el del mar nocturno. Un canto profundo. Un ritmo que es. No posee ritmo: la existencia de la noche de los días de semana, al igual que la del mar, es rítmica. Entra por la ventana... con sus pocos sonidos... sus olor a azul... su cielo inmenso pero que abraza con sus tantas estrellas... sus pájaros fantásticos... dejar de doler... olvidarse... ser.

¡A dormir se ha dicho!

3 comentarios:

Lola dijo...

Me emocionó, me puso triste, me dieron ganas de mirar la luna, de dormir y soñar con ella... me pusieron too much melosa para esta hora de la mañana sres!
Una belleza.

Saludos!

Lola dijo...

Y miren que dato curioso, que justo empezaba La Luna de Marzo, de Serú cuando los leía, no es re loco gordi? No?

los bioy dijo...

muchas gracias por el comentario lola